Recuerdos y vivencias de Pepe Ruiz Martín

« Anterior

La escuela

A los 6 años Matías me llevó por primera vez la escuela y después fue mi madre a inscribirme.

Tengo imborrables recuerdos de D. Bernardino, como cuando leíamos “el Quijote” alrededor de la estufa.

Una vez el pararrayos captó una descarga con gran estruendo y él nos tranquilizó diciendo que estábamos en un sitio seguro.

Recuerdo cómo en una clase nos preguntó cómo se trazaban rectas sobre el terreno y Cesáreo contestó (con una chanca) que era como hacíamos las rayas en el suelo.

Otra vez grabamos con una cadena de agrimensor en el Sierro un Dm cuadrado y cómo Amadorín -que era muy listo y era el primero de la clase- cuando buscaba alguna palabra en el diccionario se hacía un silencio absoluto… decía: “zarzagán, cierzo muy frió no muy fuerte” y luego D. Bernardino nos explicaba todo lo demás.

Una vez nos sacaron de la escuela para que viéramos cómo la guardia civil llevaba hasta Bermillo y esposados con una manta al hombro a unos chorizos que habían robado una oveja.

En la escuela tenía una navajita que me había dado mi padre y cuando le sacaba la punta a los lapiceros de los chicos les cobraba una perra chica.

Recuerdo como el tío Pedro Barrios mataba los corderos y terneros en la calle junto a la escuela.

En primavera D. Filiodoro nos daba catequesis en la ermita y nos preparaba para la primera comunión.

Siempre fui muy aficionado a la mecánica y electricidad y desarmaba las pilas de linterna para ver lo que tenían por dentro y reparaba la bicicleta (una vez le hice un portaequipajes de madera para llevarle a mi padre la comida a Gamones o Moralina).

Copiaba todo lo que veía y cuando le vi a Antonio Villarejo una turbina que se movía en una corriente de agua yo me fabriqué la mía y con pinzas sujetaba un cartón en la rueda de atrás que, al chocar con los radios, sonaba como si fuera una moto.

Nunca fui un niño travieso pero sí muy inquieto y siempre estaba haciendo inventos con una porreta de cebolla; como no tenía un tubito de plástico comprobé el funcionamiento del sifón.

Recuerdo que en las ferias, cuando el conductor se metía dentro del camión yo quería ver lo que hacía con los pies para que saliera andando pero como cerraba la puerta me quedaba a dos velas.

A los 18 años me fui a estudiar a Zamora, pero en las vacaciones trabajaba con mi padre. Cuando hicimos el ayuntamiento, mi abuelo -ya mayor- que era muy echao pa lante dijo: “Mecaguen sandiós, yo todavía me atrevo a labrar la puerta principal” (y se lo dejaron hacer).

Y aquí terminan parte de mis vivencias sin olvidarme de una novia que tuve muy guapa.

FIN

2 comentarios:

  1. José Manuel Gutiérrez Iglesias

    ¡Hola Pepe!

    Me has hecho reír bastante con estas anécdotas y recuerdos. Hablando de gente que yo sólo he oído nombrar a mis padres pero sobre todo aprendiendo de todo lo que cuentas. Te animo a que sigas contándonos cosas porque lo haces muy bien y haces que uno se enganche a leerlas.
    ¡¡¡¡Enhorabuena por estas historias!!!!

  2. ¡Enhorabuena Pepe!
    Y enhorabuena a todos los Josés y Josefas. Hoy es vuestro Santo.
    Muchas gracias por haber compartido con todos nosotros tus vivencias. Es una manera de preservar nuestro legado.
    Un abrazo,
    Roberto Sastre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *