1949 – El Duero casi se secó, tras la apertura del salto de Villalcampo

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Hace ya muchos años, entre 1942 y 1949, que construyeron la central hidroeléctrica de Villalcampo.

Al finalizar las obras y poner en marcha la misma se cortó el paso del río Duero. Eso hizo que bajaran tanto las aguas que casi el río se secó.

La gente del pueblo se enteró de este acontecimiento y mucha quiso verlo. Entre ellos me encontraba yo y mi familia.

Nos pusimos de acuerdo con las personas que tenían burro para transportar la comida, ya que íbamos a comer en la orilla y a pasarlo bien.

Recuerdo que era un día muy bueno.

Comimos y después comenzaron a decir por qué no pasábamos a Portugal ya que como el río estaba seco se podía cruzar sin dificultad. Total, que los jóvenes no lo pensamos más y allá que nos fuimos.

El lado portugués era precioso porque todo el Arribanzo estaba plantado de almendros, en flor. Así que su paisaje era una maravilla.

Los portugueses fueron muy amables, entre ellos había unos jóvenes como nosotras, y se prestaron a enseñarnos la pequeña ciudad, entonces solamente existía el pueblo de murallas hacia adentro y nos contaron su historia. Todo muy interesante.

Volvimos de regreso, pasamos el río, pero para mí fue muy duro, ya que subir por la parte de España era mucho más difícil; había una pendiente que por el lado portugués no existía. Pero de todas maneras, fue una experiencia muy bonita y muy enriquecedora que no olvidaré nunca.

Un abrazo,

Colaboradora:
Hortensia Quintano

2 comentarios:

  1. Una bonita historia, bien contada.

  2. Esta historia se parece bastante a una sufrida por mí, allá por los años sesenta y muchos.

    Resulta, que después de haber estado en una boda y una tornaboda, sobre el mes de Agosto, un grupo de jóvenes decidimos ir con los recién casados a pasar un día al río, con comida y demás.

    Entonces tampoco había carretera y bajamos al río como pudimos.
    Recuerdo que hicimos fuego, asamos sardinas y comimos cuanto llevábamos, se nos acabó la bebida y los chicos pasaron a la zona portuguesa y compraron cerveza con gaseosa.

    Pasamos el día… pero de vuelta, ¡Hay Dios mío! ¡Qué sufrimiento! Nunca lo pasé tan mal, según subía, cargada con una triste «bolsa» -digo triste porque estaba vacía- mi cuerpo no podía con ella,
    las rodillas se me doblaban, me agarraba a los tomillos y me costó muchísimo subir el Arribanzo.

    Recuerdo que nos cruzamos con una noria, a la cual entramos todos/as a beber agua, teníamos sed, mucha sed. Cuando llegué a casa yo estaba cansada, muy cansada; esa noche no dejé dormir a nadie, el cólico que tuve fue tan grande, que jamás se me ocurrió volver a bajar al río.

    Saludos

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