Queridos amigos:
Os invitamos a soñar, a dejar volar la imaginación… esa que a veces se estanca, porque el tiempo parece escaso, y a veces hasta nos oxidamos un poco, convirtiendo nuestra vida en algo rutinaria, con pocos estímulos, sin aire.
Sentaos unos momentos a solas, ahora que hace buen tiempo, encima de una peña, contemplando un atardecer por ejemplo, el caso es relajarse por unos momentos, olvidar las preocupaciones, la lógica diaria y dejar que nuestra imaginación nos traiga desde nuestro corazón a nuestra mente ese pueblo en el que creemos, ese pueblo que nos gustaría ver, palparlo en un futuro próximo, fruto de nuestra generosidad compartida.
Los niños nos pueden dar ejemplo, ellos no necesitan planificar, organizar, hacer creíble ninguna historia,… tan sólo sueñan, porque en el sueño está la realidad, la ilusión por un futuro mejor.
Os invitamos a que soñéis, es gratis, a que escribáis en los comentarios de este artículo el pueblo que soñáis y que realizaremos entre todos.
Si os parece, comienzo poniendo el primer cimiento…
El pueblo en el que yo creo
En un futuro no muy lejano, si por lejano consideramos las inspiraciones y expiraciones de un día, desperté en un pueblo: Torregamones.
Sí, era mi pueblo, sorprendente.
Me quedé extasiado, pues el Torregamones en el que creía, en el que creo, se mostraba delante de mí como una realidad, tiempo atrás imposible para las mentes frías de entonces y corazones permanentemente luchando por cerrarse a cal y canto a un presente y futuros comunes para todos, compartidos, con todo lo que ello conlleva y significa.
El Torregamones en el que creo, ese que ya estoy contemplando, es un pueblo universal, donde todo lo que suena a «política» a «intereses personales» aislados del beneficio común del pueblo es algo que ya suena a algo rancio, de un pasado medieval y hasta cuesta comprender que en un tiempo se viviera de esa manera tan aislada de todos esos principios que siempre hemos querido inculcar a nuestros hijos. Un pueblo universal donde todo el mundo de buena voluntad es bienvenido y a quienes sólo piensan en ellos se les invita amablemente a continuar su camino fuera del pueblo.
El Torregamones en el que creo está plagado de juventud… pero no en la edad de sus habitantes, sino en su eterno espíritu jovial que todos y cada uno albergamos, que invita siempre al sano sentido del humor, a la responsabilidad compartida de todo lo que acontece en el día a día común, cada uno desempeñando sus actividades, sí, pero todo se reorganiza momento a momento en función de los imprevistos que van surgiendo con creatividad, responsabilidad y… sobre todo, con mucho cariño.
En el Torregamones en el que yo creo, los imprevistos surgen, claro:
Luis se acaba de caer de la escalera ¡vaya! Nos acaba de convocar la médico a todos los vecinos para relatarnos el contratiempo. No es necesario que nos digan nada más, sabemos lo que esto implica en la vida de Luis… así que en función de lo que cada uno tenemos que realizar ese día, acordamos rápidamente, por iniciativas personales, que Marcos irá a buscar a los hijos de Luis al colegio, Natalia y Juan llevarán en su furgoneta a Luis al centro de salud y, de paso, aprovecharán para acercarse hasta el gran almacén para comprar aquellas cosas que 20 vecinos necesitan. Luego se harán las cuentas, ahora no es momento. María llama a su esposa para informarle y de paso, aprovecha para hacerles la comida a los hijos del accidentado Luis, pues comen a otra hora que la familia de María, así que hay que improvisar.
Nadie se preocupa, pues es tal la confianza que entre todos ellos se tienen entre sí, que todo el mundo está seguro de que se resolverá el percance de la mejor manera posible para que todo continúe en calma y orden… ese orden tan necesario para trazar el rumbo comunitario.
En el Torregamones que creo en mi pensamiento los vecinos nos reunimos al completo una vez a la semana, en la Asamblea Local. Debatimos, acordamos y planificamos entre todos las acciones para la semana siguiente y esbozamos aquellas que requieren un medio o largo plazo. Todo lo resolvemos en un abrir y cerrar de ojos, pues cada uno aporta lo mejor de sí mismo para conseguir la unidad vecinal que vivimos a diario. Es más, todas las labores que se realizan en la Asamblea van rotando, de manera que todo el mundo está preparado para realizar cualquier cosa en la comunidad si hay necesidad. El respeto entre cada vecino es completo, obviamente, es imposible que nadie critique en corrillos -la honestidad es palpable- como tampoco es posible que nadie se ría de nadie, salvo que la risa sea compartida entre todos los implicados y, gracias a la risa cómplice y contagiosa de todo el mundo, los lazos de la comunidad se refuerzan cada día más. No existen malos entendidos, porque toda la comunicación es diáfana, es transparente entre todos, es directa, no se dan rodeos y tampoco existen los eufemismos.
Sí, en el Torregamones en el que yo creo, todos esos valores que tal vez alguien hubiera llegado a pensar que estaban extinguidos para siempre, continúan, se fortalecen, están en auge, porque creo en los vecinos de Torregamones, porque todos mis vecinos confían entre ellos plenamente y así no hay imposibles por realizar. Valores como la paciencia, el amor propio, esa autoestima que hace que cada uno sea auténtico, viva, sienta, se comporte de manera auténtica; la lealtad, la palabra dada… sagrada, como la propia vida; la responsabilidad donde cada uno es responsable de todo el pueblo… esa carga compartida entre todos y voluntariamente asumida por todos y cada uno de los habitantes, desde el más grande al más pequeño; la ilusión por cada día ir a más, en mejorar la convivencia para no perder el tiempo en discusiones banales que no sirven para nada y sí disfrutar de cada momento compartido, sí, la ilusión por vivir, por todo lo que uno hace individual y colectivamente; la creatividad, dirigida siempre al bien común; la generosidad, porque sin ella tan sólo alcanzaríamos a vernos nuestro propio ombligo, pensando que el colectivo no existe; el amor compartido sin excepción, como fin último de las cosas, de la vida; y, lo que en otro tiempo se nos atragantaba a todos nosotros: la humildad, el vivir todo aquello que realizamos de manera responsable y con amor por el prójimo de la manera más humilde posible, evitando que el ego volátil se hinche, sí, ese mal llamado orgullo que nos hace creer erróneamente que porque hayamos sido agraciados con determinadas virtudes, nos elevamos por encima de los demás, mirándolos desde esa esclavitud narcista desde no sé qué irreal altura… esa que se cura completamente cuando pensamos en el día en que habremos de dejar este cuerpo físico…
En el pueblo en el que yo creo, todos sus habitantes mueren en Paz, en total armonía consigo mismos, con el resto de sus vecinos y la naturaleza, porque gracias a esa conexión total y desinteresada entre ellos, han comprendido que el Dios de la vida, crea vida, une y jamás separa y por eso lo sienten a cada instante en todas y cada una de las cosas que disfrutan cada día, siempre pensando en los demás, y de manera desinteresada, sin esperar nada a cambio, porque sí,… como no podía ser de otra manera.
En ese Torregamones sí creo. Ese es mi pueblo, un pueblo de gente feliz.
Un abrazo
Roberto Sastre
Menos mal que no es mas que un sueño, por que si esperaras a que esto fuera verdad, te morirías sin haberlo conseguido.
Verás: Cuando apenas contaba con diez años, me fui del pueblo con el resto de mi familia, recuerdo que por aquel entonces, sus habitantes eran una gran familia, yo estaba agusto en donde vivía, y por supuesto mi idea no era la de regresar al pueblo, pero.., por circunstancias de la vida, y pensando que en aquel momento era bueno para mi familia volví.
Yo soñaba…. pero aquel sueño, ni se hizo ni se me hará realidad; luego, cuando fui tratando con la gente, me di cuenta que en mucha de ella había una gran falsedad, y que la honestidad brilla por su ausencia.
Tengo algunas amigas, las cuales me solían decir: «Tú no conoces a la gente, piensas que todos son como eres tu» y yo les contestaba: «Bueno, que no sera para tanto»; Pues bien después de veinticinco anos me he dado cuenta que era para tanto y para más.
Si haces, por que haces; si das, porque eres tonta; si ayudas, por que algo se te queda en las manos, y todo esto hace que te vuelvas egoísta, hasta incluso te dan ganas de coger las maletas y largarte otra vez del pueblo. Hay un refrán que dice: No hay más ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír: y esto es lo que le pasa a la gente de Torregamones: Que hagas lo que hagas nunca estarán agradecidos, y siempre lo habrás hecho por que te metiste algo para el bolsillo. Hay otro refrán que dice: «Al sayagués ni le quites ni le des, no le quites porque no lo merece y no le des, porque no te lo agradece».
Siento decirte que salvo excepciones, la gente de Torregamones, hoy por hoy es así.
Ahora, con la asociación intentaremos hacer lo mejor para el pueblo, aunque la mayor parte de los socios es gente que quiere el bien para el pueblo pero no viven en él.
Espero no haberte defraudado, y piensa , o mejor dicho pensemos, que algún día tu sueño se puede hacer realidad.
Recibe: mi mas cordial saludo.
Rosa María
Muchas gracias, Rosa María.
Soñemos con que volvamos a recuperar y mejorar el espíritu solidario que vivimos cuando éramos pequeños.
Soñemos también con unirnos quienes queremos que nuestro pueblo «resucite» del olvido propio y ajeno. Y al menos, que quienes tenemos esta ilusión podamos unirnos, organizarnos y tal vez hasta poder hacer cosas juntos que nos beneficien a todos, como pueblo, incluso hasta a quienes no crean en nosotros ni en nada ni en nadie.
Y tal vez hasta podamos contagiar de esa alegría compartida de mejorar lo que tenemos.
Lo que hay ya lo conocemos… más todos los escudos que todo el mundo se pone para evitar tener problemas… pero eso no quiere decir que no entre una gran alegría sólo de pensar que tal vez algún día volvamos a recuperar la vecindad plena… No es fácil, lo sabemos… quienes queréis tirar del carro lo lleváis experimentando durante décadas, pero también es cierto que en el pueblo hay bastante gente con buen corazón, sólo que no quieren mostrarlo porque han perdido la alegría. Si conseguimos mostrarle (al menos a estas personas) que nuestro único interés es el común, se sumarán al carro e intentarán también colaborar en lo que puedan porque no se sentirán solos intentando sacar una alegría que creen que nadie comparte.
Como decía un eslogan por ahí: «juntos podemos»… y yo añado… «si queremos»: es lo único que nos separa de tirar pa’lante: querer sumar esfuerzos y voluntades que nos beneficien a todos. Y también generar y recibir confianza… sobre todo en un lugar como es el nuestro en el que nadie confía en nadie.
¿Sumamos ilusión y voluntades, incluso aunque el día de hoy del pueblo sea como indicas? Desde luego, continuáis intentándolo pues por ello la asociación de vecinos está comenzando a trabajar, si no, ni tan siquiera la habríais fundado. Yo me sumo a la ilusión que habéis puesto en la asociación de vecinos, como también me sumo a la buena voluntad de todos los que puedan aportar cualquier cosa buena para el interés conjunto del pueblo.
Un beso y muchas gracias, Rosa María por contar las cosas abiertamente como las vives y sientes. Sólo así podremos ponernos de acuerdo en cualquier cosa, siendo cada uno de nosotros auténticos, sin dobles morales y esas cosas a las que por desgracia estamos acostumbrados.
Roberto Sastre