NOTICIA BREVE:
Fecha: 08 de Febrero de 2013
Aislados de España por una frontera que se abrió tarde para ellos, separados del resto de Portugal por insolentes montañas, comunicados a duras penas con los pueblos vecinos por trochas que jadean entre el matorral de los montes, los aldeanos de Trás-os-Montes en general, y los de la tierra de Miranda en particular, viven en uno de los lugares más atrasados de Europa. Un lugar hermoso que a punto está de morir.
“Agora já tudo acabou” es la frase que más se oye. Conscientes de que es difícil la comunicación con los poquísimos jóvenes que aún no se han ido a Oporto, a Lisboa o a cualquier sitio de Europa, los viejos de estas localidades del noreste portugués fronterizas con España se encierran a cal y canto en su forma de vida, la única que conocen desde niños: las labores agrícolas con los animales, el pastoreo, la unión con los ciclos míticos de la naturaleza, la muerte en su propia cama. Apenas se vaya esta última generación de ancianos, no volverá a repetirse jamás en la península Ibérica.
Allí todo queda a trasmano del mundo. Para llegar desde Paradela a Braganza –la capital– es más fácil salir por las carreteras españolas que continuando por las portuguesas. En muchas casas no hay calefacción, y para defenderse del frío sus habitantes no cuentan más que con su propio pellejo, la mampostería de las paredes y el hogar, donde arde el fuego. Tierra pobre aquella, sí. Y más después de que cerraran para siempre las minas de estaño y wolframio. Tierra de emigrantes, donde los pocos niños y adolescentes que hay tratarán de huir en cuanto puedan.
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Fuente: Interviu.es.
Redacción.