Diálogos con el Teatro: «Los muchachos dentro y fuera de la escuela»

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DECIMOCUARTA PARTE

Se corren las cortinas tapando la escuela y se deja ver la cocina y a Josefina haciendo cualquier cosa en ella.

Mientras Josefina acaba de hacer la comida, llega a casa Doroteo con cara de pocos amigos.

JOSEFINA:
Hombre, Doroteo ¿ya estáis en casa? Pues sí que hiciste bien llevando a los muchachos, mira qué rápido lo habéis hecho todo. Si ya digo yo,… ¡que tengo unos hijos que son la envidia del pueblo! Por cierto, ¿dónde están los muchachos, que no los veo?
DOROTEO:
(DANDO ALGÚN QUE OTRO MANOTAZO SOBRE LA MESA). ¿La envidia del pueblo, Josefina…? Pues sí que estamos apañados… ¡como estos muchachos sean la envidia del pueblo! No quiero ni saber cómo serán los demás, porque estos… vamos pa matarlos… y me preguntas por los muchachos… ¿Que dónde están los muchachos? ¡Los muchachos…! No me hables… No me hables, ni me los mientes siquiera, ¡porque vengo con un hambre…! que si hubiera podido, me los había comido borrachos y todo como están.
JOSEFINA:
Pero por Dios… (PONIENDO LAS MANOS EN LA CABEZA) Doroteo ¡Qué cosas me dices! “los muchachos borrachos” ¡Ni que hubieran estado bebiendo vino todo el día! Además tenían el botijo con agua, ¿en dónde están los muchachos Doroteo?
DOROTEO:
:¡No te preocupes mujer… no te preocupes! (MANOTEANDO Y PONIENDO CARA DE POCOS AMIGOS) Que estos, si no se mueren hoy… ya no se mueren… ¡Te cuento! verás… Dejé la cesta colgada de la rama de una encina, allí…, a la sombra (burlonamente:) ellos que según tú, son la envidia del pueblo. (Con voz de cabreo:) no se le ocurrió otra cosa que colgar el botijo de una ramica que había más abajo. Les dije: aquí en este corro hay muchos terrones como este y quiero que con estas azadas los deshagáis, yo voy a labrar la tierra para la otra esquina, cuando me parezca vengo a comer el regojo, comemos algo y luego seguimos trabajando. Así es, ¡que a trabajar! Allí quedaron tan contentos… pero hacía rato que yo no los veía y me acerqué para saber lo que estaban haciendo, yo… con los cataplines de corbata porque no los veía y pensando que les podía haber pasado algo… sintiéndome culpable por no haberlos mandado a la escuela… cuando llego, estaban dormidos y dando un pestazo a vino que no había quien se arrimara a ellos; ¡borrachos Josefina, borrachos como una cuba! Resulta que cuando la ramica se cansó de aguantar el botijo… se rompió, ¿en dónde fue a caer el botijo? Pues mira -BURLONAMENTE- como son tan mandadicos… -CABREADO- no habían quitado ni siquiera, las azadas de donde yo las dejé… Que justo… estaban… debajo… del… botijo, ¡así es que ya ves…! ¡el botijo hecho añicos! Que por cierto, ahora viene el día 25, puedes salir a la feria y comprar otro… Pues como te iba diciendo… el agua pal suelo,¡ Que seguro, pasado mañana ya reverdea aquel trozo, o vete tú a saber si no se pone la tierra más dura, se comieron el regojo de los tres y como tenían sed… se bebieron el vino que llevé, además, hoy había llenado la calabaza, que por lo menos hace tres litros… claro -PAUSADAMENTE- como el vino es casero… Se bebe como el agua… Luego, los efectos secundarios ya los puedes ver… con el hambre que yo tenía y la rabia que me entró… los cargué en el potro como si fueran fandorros, esto es, como si fueran costales de centeno, pero… al pasar por donde están las ovejas me encontré con la tía Pancracia y al verlos me dice -BURLONAMENTE- «Sí, sí, si todos decís lo mismo, todos a tapar faltas y luego… claro, así salen los muchachos» Así es que, con la rabia que me entró, cuando pasé por el cortino donde están las ovejas… allí los tiré por encima de la pared y les dije «cuando os despejéis cuidad de las ovejas y encanináis todas esas lindes, para que las ovejas no salgan de lo nuestro.» La canina no la ví, pero ellos allí quedaron, con las ovejas y la canina si la encuentran.
JOSEFINA:
(Con movimientos de cabeza y manos) Pero…¡Qué animal eres hombre, qué animal eres! Dejarlos así de cualquier manera, si por lo menos le hubieras dejado canina, podían haber encaninado aquello, pero sin ella poco pueden hacer, pues la que había, la tiraron el otro día para el huerto del vecino con lata y todo. ¡Anda que le pusieron el huerto al tío José…!¡Que como se lo pusieron! Creo que allí, no se acercarán ni las avispas a picotear las uvas que tiene allí el pobre hombre. Cuando les pregunté por la canina, me contestaron que ¡qué era aquello!, ¿que si era un líquido oscuro que había en una lata y que olía peor que la mierda de los gatos?, que si era aquel líquido, se le había caído para el huerto del vecino con lata y todo, ¡Anda que, cuando me asomé al huerto! Lo que te digo… no entré ni a coger la lata, está… que como no llueva pronto…. El tío José nos echará buena bronca y con razón ¡Qué hijos Dios mío, qué hijos!
DOROTEO:
(Frunciendo el ceño). Pero… ¿No me dijiste que los muchachos ayer fueron a la escuela?
JOSEFINA:
(Asintiendo con la cabeza) Y a la escuela fueron, yo misma me encargué de llevarles las carteras, porque se les olvidaron en casa.
DOROTEO:
Mira… pues contento que estoy, al menos no fueron los muchachos nuestros los que dicen que le estropearon el huerto al Sr. Maestro, que, según dicen… se lo han dejado peor que si hubiera habido un terremoto.
JOSEFINA::
Hombre… si no hubieran ido a la escuela… si hubieran andado por ahí por los huertos a pardales… pues podríamos creer que eran los nuestros muchachos los que habían estado en el huerto del Sr. Maestro, pero como te digo, los muchachos nuestros fueron a la escuela.
DOROTEO:
Pues si esta ya la comida vamos a comer, porque como te digo tengo un hambre… Que hace un rato, me hubiera comido hasta a los muchachos, pero ahora que estoy más tranquilo… pienso que tampoco se portan tan mal… hacen lo que nosotros haríamos con su edad, aunque ya… no nos acordemos.
JOSEFINA:
Bueno, bueno… que yo no tuve tiempo ni de portarme mal… al ser la mayor de tantos hermanos, estaba todo el día ocupada… Tampoco tuve tiempo ni de ir a jugar a la calle… ¡Anda! vamos a comer ya, no siendo que lo que no jugué de pequeña, me dé por jugar ahora de grande y luego… no lleguemos ni al robleo… Ahora las tardes son muy cortas y hasta llegar allí… ¡Ya ves! Hay que andar un buen rato. Así es que, vámonos.

SALEN LOS PAPÁS Y ENTRAN LOS HIJOS DANDO CON LA MANO ARRIBA Y ABAJO.

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Un comentario:

  1. Miguel Alfonso Licarión

    Esto parece como cuando escuchaba, «Matilde, Perico y Periquín» en la radio y te quedabas con ganas de saber cómo sería la historia del próximo jueves, creo que era los jueves, ¿os acordáis alguno de vosotros de este programa? Lo patrocinaba «aquel negrito del África tropical que cultivaba el Cola-Cao«.
    Espero el final de la historia.
    Saludos.

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